-Hijo, ¿Qué te pasa...?- Le dijo la
madre al pequeño.
Él, cabizbajo, le respondió: -Hace
varios días que algunos de mis compañeros se ríen de mí por no ser como ellos,
por no hacer lo mismo que ellos...
La madre sentó al niño en sus
rodillas, lo miró y le dijo:
-Voy a contarte una pequeña historia,
¿Vale?
El niño con tristeza la miró y
asintió.
-En un lugar muy, muy lejos de aquí,
una pequeña luciérnaga paseaba día tras día por los alrededores de su casa. Un
día una serpiente empezó a perseguirla por lo que ésta comenzó a huir más y más
rápido.
Pasaron las horas y la serpiente no
desistía. Pero, de pronto, la luciérnaga se paró en seco, miró a la serpiente y
le dijo:
-¿Puedo hacerte tres preguntas?
-No acostumbro a conceder deseos a
mis presas- dijo la serpiente con tono burlesco- pero, no veo por qué no podría
dejarte hacerlas, al fin y al cabo acabaré devorándote...
-¿Pertenezco a tu cadena
alimenticia...?-Preguntó muy segura la luciérnaga.
-No-contestó el reptil extrañado.
-¿Yo te hice algo malo?
-No-volvió a responder la cazadora.
-Entonces... ¿Por qué quieres acabar
conmigo?
La serpiente la miró con desdén y
respondió:
-¡¡¡Porque no soporto verte
brillar¡¡¡
La madre observó la mirada perdida
del niño y le dijo:
-No es que hayas hecho nada malo, es
sencillo, simplemente hay personas que no soportan verte brillar, "pequeña
luciérnaga".
A todos nos ha pasado algo parecido
alguna vez. Nunca dejes de actuar como pienses que debes hacerlo, ni dejes de
defender tus ideales, porque nadie tiene derecho a apagar tu luz.
Si alguna vez dudas sobre si es malo
ser uno mismo porque otros sean diferentes, yo sólo te puedo decir que
recuerdes que es preferible vivir siendo tú mismo, aunque tu luz moleste a los
depredadores, que vivir a oscuras siendo guiados por otros.
"Si quieres que tu luz no
deje de brillar,
sé tú mismo, no como quieran que seas
los demás"...
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